“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra”
(Mt 11, 25)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Después de las fuertes palabras que Jesús dirige a las ciudades de Betsaida y Corozaín por su falta de fe, alaba y bendice al Padre, porque son las personas sencillas y humildes, las que realmente acogen sus enseñanzas: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”. Ser humildes y pequeños, es no tener resistencias ni prejuicios a la acción de Dios. Es reconocer que solo en Él, podemos experimentar el amor, la acogida, la ternura y la misericordia que tanto necesitamos para afrontar los desafíos y las dificultades que la vida a diario nos presenta. Es tener la seguridad y la confianza que solo en sus manos, encontramos el sentido pleno de nuestra existencia. Pidamos al Señor, en este día la gracia de ser humildes y pequeños.
Reflexionemos: ¿Somos personas sencillas y humildes?, ¿qué prejuicios o resistencias nos impiden abrir con sencillez nuestra vida a Dios?
Oremos:Crea, en nosotros, Señor, un corazón humilde y sencillo, capaz de acoger con fe, alegría y esperanza cada una tus enseñanzas y llevarlas a la vida de cada día. Amén.
Recordemos: Para conocer mejor a Jesús y abrir nuestra vida a él, necesitamos ante todo ser personas humildes y sencillas que den paso a su acción salvadora.
Actuemos: Aprovechemos esta jornada para mirar nuestro interior y preguntarnos si somos humildes y sencillos ante Dios.
Profundicemos: La vida de los santos nos enseñan la manera de aprender a ser personas humildes y sencillas ante Dios (Libro: Los santos de cada día).