En el evangelio de hoy, Jesús nos presenta una parábola que nos invita a reflexionar sobre la capacidad de ver la realidad con claridad, y le dice a los discípulos que deben tener una visión más clara que la persona a quien pretende guiar, y lo hace con una pregunta: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego”? ¿No caerán los dos en el hoyo?” Jesús recrimina su actuación a personas que pretenden enseñar sin vivir lo que enseña. Si uno es totalmente incoherente con relación al mensaje que transmite así tenga atractivas palabras, no puede de ninguna manera educar a otros y contagiarles el ardor del seguimiento y, con él, la vivencia de una profunda espiritualidad. El discípulo ha aprendido del Señor su bondad y ha tratado de hacerla realidad de forma coherente en su vida, aunque cueste trabajo y exija mucha constancia. Para ello, es necesario una formación permanente para lograr una fe adulta que no se detenga ante las dificultades y se comprometa más en el anuncio de Evangelio. Una virtud que nos puede ayudar es la humildad, que nos enseña a aceptar que todos estamos en un proceso de mejorar y así construir una comunidad basada en el amor y la comprensión. Jesús no prohíbe ayudar al hermano, pero nos recuerda que la autenticidad y la conversión son el punto de partida para una autentica vida cristiana.
¿Estoy dejando que Jesús ilumine mi ceguera? ¿Cómo corrijo a los demás? ¿Desde el amor o desde el orgullo?
Señor, Jesús, tú me enseñas que nunca debo juzgar ni criticar a los demás. Dame la gracia de amar de verdad y corregir con misericordia. Amén.
Pídale al Señor que convierta su vida, para fundamentarla en el amor con que Él nos ama.
Dijo Jesús a los discípulos una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
¿Fundamentas tu vida en las enseñanzas de Jesús?, ¿cómo se concreta eso?