En aquellos días, el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio de su lepra. Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando: “Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo”. Pero Eliseo respondió: “Vive el Señor ante quien sirvo, que no he de aceptar nada”. Y le insistió que aceptase, pero él rehusó. Naamán dijo entonces: “Que al menos le den a tu siervo tierra del país, la carga de un par de mulos, porque tu servidor no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que al Señor”.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. El Señor revela a las naciones su salvación.
Canten al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo / R.
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel / R.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; griten, vitoreen, toquen / R.
Querido hermano: Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, según mi Evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús. Es palabra digna de crédito: pues si morimos con Él, también viviremos con Él; si perseveramos, también reinaremos con Él; si lo negamos, también Él nos negará. Si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Den gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de ustedes.
“¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios
más que este extranjero?”
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Al verlos, les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?”. Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús