De nuevo la Palabra de Jesús durante esta semana tiene un hilo conductor muy interesante. Después de que el Señor sana a los diez leprosos, les pide que se presenten a los sacerdotes. Nos detenemos en la expresión “vayan…”. Pero, ¿por qué Jesús los envía a ellos? Los sacerdotes, en tiempos de Jesús, eran los encargados de los servicios en el templo de Jerusalén y actuaban como mediadores entre Dios y los hombres. Pero es todavía más impactante que ellos creyeron en las palabras de Jesús. Ellos se pusieron en movimiento, obedeciendo al mandato de ir. Aquí nos encontramos con un envío y un mandato sanador. Ante una petición que le solicitemos a Jesús, Él coloca en nosotros los medios necesarios para hacer lo que Él nos diga, las personas indicadas para hacer su voluntad y las situaciones y lugares necesarios para cumplir con la acción. En esta perspectiva, recordemos el pasaje de las Bodas de Caná cuando María, la Madre de Jesús, dice a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga”. Uno de los leprosos al ver que estaba curado, regresó alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús. Agradezcámosle al Señor por todo cuanto hace por nosotros sanándonos, liberándonos y otorgándonos su paz.
El leproso del Evangelio de hoy, sintiéndose sanado, se postra a los pies de Jesús y Él le dice: “Levántate, tu fe te ha salvado”. Estas palabras también son dirigidas a nosotros. Jesús nos ayuda a levantarnos para que vivamos una fe fuerte, valiente y decidida y, desde el amor y la misericordia, sirvamos a nuestros hermanos dando en todo testimonio de la presencia de Jesús en nuestra vida. Con ocasión del Año de la Fe, el Papa Benedicto XVI escribía: Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la Resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La fe que actúa por el amor (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17). En la memoria litúrgica de san Carlo Acutis encomendémosle a él nuestro camino de fe y renovación espiritual.
Señor Jesús, Divino Maestro, ten compasión de mí. Coloco en tus manos misericordiosas mi salud física y mental; restaura mis fuerzas, aumenta mi fe y reconstruye mi esperanza; aunque siento el peso de las situaciones difíciles de mi vida hazme fiel y perseverante a tu Palabra para que siempre me levante sabiendo que tú estás siempre conmigo, me amas y me dices: “No temas, yo estoy contigo”. Amén.
Extiendo hoy mis manos para poder levantar a quien necesite una palabra de ánimo y consuelo.
“Y sucedió que mientras iban de camino, quedaron limpios” (…). “Canten al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas”.
“Pide perdón y, como el hijo pródigo, échate en brazos de Dios y toma la resolución de arrancar completamente de tu corazón las plantas de los malos deseos, en especial los que más te perjudican” (San Francisco de Sales).