
Este pasaje nos muestra el poder sanador de Jesús y, sobre todo, el valor de la gratitud. Diez leprosos fueron limpiados, pero solo uno —un samaritano— regresó a dar gloria a Dios y agradecer a Jesús. La verdadera sanación no se limita al cuerpo, sino que llega al corazón cuando reconocemos el amor y la misericordia de Dios. Jesús nos enseña que la fe que confía y agradece abre la puerta a la salvación. Este Evangelio nos invita a cultivar un corazón agradecido que sepa reconocer las maravillas que Dios realiza en nuestra vida. La gratitud abre el corazón para recibir plenamente la salvación de Dios.
¿Soy consciente de los dones y milagros que Dios hace cada día en mi vida? ¿Cómo puedo expresar mi gratitud a Dios con mis palabras y acciones?
Jesús Maestro, gracias por tu amor que sana y salva. Enséñame a vivir siempre con un corazón agradecido. Que mi vida sea alabanza y testimonio de tu bondad. Señor, ayúdame a reconocer tus bendiciones cada día. Haz que mi gratitud se traduzca en amor y servicio a los demás. Amén.


