Nuestra vida tiene su origen en las manos creadoras de Dios, un Padre que nos ama de una manera insospechada y por tanto, nos brinda todo cuidado y protección; hacia Él es donde debemos dirigir nuestra mirada para entregarle lo que guardamos en el corazón con total confianza: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Nuestra vida le pertenece a Dios y por eso Jesús no quiere que ninguno de los que el Padre le ha confiado se pierda; sus palabras son como un suave bálsamo al corazón confundido y agitado. “No tengan miedo” es la manera como el Señor Resucitado nos infunde valor, nos da la certeza de la presencia de Dios que camina a nuestro lado. Comprometerse con la causa del Reino de Dios y anunciar el Evangelio no es una tarea fácil; proclamar a Jesús y hablar abiertamente de sus enseñanzas puede resultar incómodo en algunos sectores ya que muchas veces, también aquel que habla en nombre de Jesús puede ser rechazado, perseguido o despreciado por confesar su fe. Por eso, el Señor nos otorga su Espíritu de fortaleza para tener la valentía de no sucumbir ante las adversidades, porque fuimos creados para la eternidad, y todo lo terrenal es pasajero. .
El único miedo que debemos consentir, es el temor de hacer algo que vaya en contra de la voluntad de Dios, es decir, aquello que nos haga perder la gracia, que nos lastime el alma, que nos hunda en el abismo de las tentaciones. Preguntémonos: Si Dios cuida con tanta ternura a los pájaros del cielo, ¿cuánto más hace por mí? ¿Correspondo con sinceridad a sus cuidados?
Señor Jesús, concédeme el don de tu Espíritu Santo, para que en los momentos de prueba pueda encontrar paz en el amor que tú me das. Amén.
Confío en Dios y creo que Él me acompaña en cada paso que realizo.
“Por eso, no tengan miedo: valen más ustedes que muchos gorriones”.
“El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador” (Gaudium et spes. 19).