“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”
(Jn 6, 1-15)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El Evangelio de hoy evoca una de las narraciones que en los evangelios sinópticos es conocida como el milagro de la multiplicación de los panes. El evangelista sitúa a Jesús en “la otra parte del mar de Galilea o de Tiberíades”, recordemos que en este ambiente pascual en el lago de Tiberíades Jesús se ha aparecido a sus discípulos. Si bien el texto narra a Jesús en la misión durante su vida pública, el contexto en el que estamos leyendo el Evangelio es el tiempo pascual, por tanto, la narración nos sitúa en la pascua judía y en ese ambiente Jesús sube a la montaña a orar y allí al ver que acudía tanta gente busca darles de comer.
En el ambiente de la escena se encuentran los apóstoles: Felipe, para quien no es posible darle de comer a tanta gente y Andrés, el hermano de Simón Pedro, quien tal vez, escuchando la pregunta de Jesús a Felipe, sale al encuentro, porque se había detenido a observar a “un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”.
Enseguida San Juan coloca en escena la bendición del pan, que para quienes hemos tenido la gracia de celebrar y renovar nuestra fe en los grandes misterios pascuales, evoca la tarde de la cena del Señor: “Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados” y lo mismo sucedió con el pescado. Pan y pescado, recordemos que habían sido los signos del reconocimiento de los apóstoles en el lago de Tiberíades, después de la Resurrección. El milagro o el signo como lo reconoce la comunidad de la tradición de san Juan se hace aún más evidente al recoger “doce canastos con los pedazos de los cinco panes”, el signo lleva a quienes habían contemplado el milagro a reconocerlo como un “gran profeta”.
Para la multitud que seguía a Jesús era obvio que sería el rey, sin embargo, Jesús que conocía el proyecto del Padre sabía que este no sería su destino, de hecho, se retira a la montaña solo. La Palabra ilumina los misterios de la fe que hemos celebrado y contemplado, y que en el don de la Eucaristía nos devuelven a la experiencia fundante: el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía.
Reflexionemos: El milagro de la multiplicación de los panes también puede ser un signo hoy, ¿cómo puedo ser instrumento, como Andrés, para que acontezca entre nosotros?
Oremos: Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, vienes al encuentro de mi vida con el don de la Eucaristía como alimento. Concédeme la gracia de la comunión del pan de tu Cuerpo y de tu Sangre, y el don de la solidaridad a través de gestos concretos que comparten el pan de mi mesa. Amén.
Actuemos: Hago lo posible para multiplicar el pan de la mesa como signo de solidaridad hoy.
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