«La lepra se le quitó, y quedó limpio»
(Mc 1, 40-45)
Reflexionemos: La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor (CIC, 2000).
Oremos: Jesús Maestro, con la ayuda de tu gracia, prometo usar siempre mis fuerzas para gloria tuya, para mi propio bien y para servir a los hermanos. Amén.
Actuemos: En este día hago un acto de misericordia con aquella persona más cercana a mí.
Recordemos: “El verdadero encuentro con los demás implica la claridad de la propia identidad, pero al mismo tiempo la disponibilidad a ponerse en el lugar del otro, para comprender por debajo de la superficie, lo que agita su corazón” (Papa Francisco).
Profundicemos: “Perdóname porque nunca te he tenido en mis planes de una manera seria. He sido tibio para seguirte. Sé que siempre me has esperado y lo haces porque me amas y quieres ayudarme” (del libro Sánate interiormente, Paulinas, Colombia).
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