
En el Evangelio de hoy, Jesús al haber expulsado un demonio, algunos que estaban con Él para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. El Señor conociendo sus pensamientos les dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa”. Jesús posiblemente se refiere a una de las realidades que afrontó desde el Antiguo Testamento en medio de su historia: la división, que se produjo debido a las opresivas medidas de los poderosos de su tiempo. Él, conociendo sus pensamientos y sus corazones, discernía sus verdaderas intenciones, fueran buenas o malas, y respondiéndoles según su sabiduría. También les dice: “Si yo hecho los demonios con el dedo de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a ustedes”. Recordemos que el Reino de Dios no es algo terrenal, ni una promesa futura para después de la muerte, sino una realidad que ha comenzado ya en la persona de Jesús. El propósito del Reino de Dios es transformar el mundo por medio de la paz, el amor y la justicia. La expresión “dividido contra sí mismo” es una metáfora real que en la actualidad cobra sentido, pues la división personal e interpersonal atenta contra la vida, la armonía y la paz.
La palabra de Jesús toca hoy nuestra división interna cuando sentimos la falta de armonía, y ello puede conducir a la ruina, bien sea en naciones, familias o comunidades. “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente” (Rm 12, 2), para que así puedan discernir la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta.
Señor Jesús, Divino Maestro, tú me examinas y conoces, sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso. eres testigo de todos mis pasos. Hoy vengo a pedirte la paz de mi propio corazón, porque siento mi vida dividida por las fuerzas del mal; ayúdame a reconstruirme desde dentro, porque muchas veces no me comprendo ni me acepto como soy. Concédeme la gracia de aceptarme a mí mismo para aceptar a quienes me rodean. Gracias porque sé que me escuchas y atenderás mi petición. Amén.
¿Acudo regularmente a los sacramentos como medios para obtener la gracia y la paz interior?
“El que no está conmigo, esta contra mí; el que no recoge conmigo. desparrama”.
“El lugar del combate espiritual entre Dios y el enemigo es el alma humana, en cada instante de la vida. Es, pues, necesario que el alma dé libre acceso al Señor para que la fortifique por todos lados y a través de todas las armas. Así su luz puede venir a iluminar para combatir mejor las tinieblas del error. Pero para ser revestido de Cristo es necesario morir a sí mismo” (San Pío de Pietrelcina).


