“El Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí” (Jn 15, 26)
En el evangelio de este día, Jesús promete a sus discípulos, en el contexto de la Última Cena, que no los dejará solos, sino que les enviara un defensor el Paráclito, es decir, el Espíritu Santo. Desde el inicio de este itinerario pascual hemos podido descubrir el protagonismo que el Espíritu Santo ha tenido en la vida de fe de los primeros discípulos, al ayudarles a comprender la verdadera identidad de Jesús y darles el valor para salir a anunciarlo en medio del peligro y la persecución. De la misma manera, el Espíritu nos ha llevado durante este tiempo de crisis y enfermedad a experimentar la cercanía de Dios a través del compartir en familia, la alegría de estar vivos, la posibilidad de trabajar o estudiar desde casa, estar unidos a quienes queremos y están lejos, a través de las redes sociales. El Espíritu Santo ha hecho presente a Dios entre nosotros por medio del amor que vivimos y compartimos con los nuestros. Pidamos al Espíritu que continúe iluminando nuestros pasos y nos ayude a testimoniar las enseñanzas del evangelio en medio de las realidades que vivimos.
Reflexionemos:
¿Cómo hemos experimentado la presencia del Espíritu Santo durante este tiempo de Pascua?, ¿qué testimonio estamos llamados a dar en este tiempo?
Oremos:
Señor, Jesús abre cada día nuestra mente, corazón y voluntad a la presencia de tu Santo Espíritu. Enséñanos a escucharlo, a reconocerlo en nuestra vida y a dejarnos conducir por él. Que a través de su presencia podamos testimoniar cada día tus enseñanzas. Amén.
Recordemos:
El Espíritu Santo es quien tiene la gran tarea de formar a Dios en nosotros.
Actuemos:
Encomendemos esta jornada bajo la guía y acción del Espíritu Santo.
Profundicemos:
El Espíritu Santo nos ofrece grandes dones y frutos que enriquecen nuestra experiencia de fe. Conocerlos nos ayudará a reconocer la manera cómo Dios actúa en nuestra vida (Libro: Dones del Espíritu Santo).