“Dios envío a su Hijo para que el mundo se salve por Él”
(Jn 3, 14-21)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hemos escuchado uno de los pasajes más preciosos del Evangelio de san Juan que podría resumir todo el Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su propio Hijo para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna”.
Vemos en esta hermosa expresión el punto de partida de nuestra fe cristiana: el amor gratuito e incondicional de nuestro Padre Dios, que nos creó a su imagen para hacernos partícipes de su comunión divina. Pero la humanidad rechazó su amor. Entonces, viendo Dios que sus hijos caminaban tristes y en guerra unos contra otros, envió a su Hijo amado al mundo, que vivió entre nosotros como uno más. Cargó sobre Él nuestro pecado, lo entregó a la muerte para que con su sangre bendita lavara nuestras culpas y con su gloriosa resurrección nos hiciera partícipes de su filiación divina.
En este Hijo predilecto de Dios, que se hizo nuestro hermano, hemos alcanzado perdón y salvación, gracias al Espíritu Santo que nos revela su amor y nos identifica con Él.
Reflexionemos: Creer en Jesús y aceptarlo en nuestra vida como Señor es el comienzo de nuestra salvación: ¿Cómo es mi relación con Jesús? ¿Lo conozco? ¿Me dejo iluminar por su luz? ¿Trato de vivir amando y donando la vida como Él enseñó? ¿Lo amo con todo mi corazón y todas mis fuerzas? Ser cristiano es vivir en el modo de Jesús.
Oremos: Gracias Padre, por el don incomparable de tu Hijo Jesús. Gracias por tu Santo Espíritu que nos revela tu amor divino y nos conforma con tu hijo amado. Ayúdanos a corresponder a tu infinito amor. Amén.
Actuemos: Medito el Evangelio que la liturgia propone cada día para conocer mejor a Jesús; y cuando debo tomar una decisión me preguntó: ¿cómo haría Jesús en mi lugar?
Recordemos: Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
Profundicemos: “Dios ama al mundo, tal como es, inacabado e incierto: lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor… No estamos solos, Dios nos envuelve con su amor por los cuatro costados” (José Antonio Pagola).
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