“Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”
(Marcos 7, 37)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Apartándole de la gente a solas. Le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le toco la lengua, levantando los ojos al cielo, dio un gemido y le dijo Efetá, ábrete. Ser incapaz de escuchar y de hablar es una gran limitación, un hombre con esta situación es presentado ante Jesús, quien le devuelve la capacidad de escuchar y hablar. Éfeta ábrete
Jesús trabaja los oídos del sordo y su lengua, pero es necesario algo más, su grito. ¡Ábrete!
Vivimos a nivel mundial situaciones duras y complejas y necesitamos escuchar a Dios, que nos sigue gritando Ábrete.
Reflexionemos: Cuantas veces nos cerramos a la situación mundial vivida a raíz de la pandemia, nos cambió la vida, el contacto humano, la acogida, se han debilitado. ¿Permitimos que Jesús cure nuestras sorderas ante el sufrimiento humano, para rehacer la cultura del encuentro y solidaridad con los demás?
Oremos: Señor, cúranos de nuestras sorderas y resistencias, y que ante situaciones difíciles no nos encerremos en nosotros mismos. Ni usemos como arma, el silencio y la indiferencia. Amén.
Recordemos: Apartándole de la gente a solas. Le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le toco la lengua, levantando los ojos al cielo, dio un gemido y le dijo Efetá, ábrete.
Actuemos: Mantendré mi oído y mi corazón abiertos para escuchar.
Profundicemos: Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: Confesaré al Señor mi culpa y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Sal 31 (Libro: Sanando el corazón).