10 de enero

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura del Primer libro de Samuel 3, 1-10. 19-20

En aquel tiempo, el joven Samuel servía al Señor al lado de Elí. La Palabra del Señor era rara en aquellos días y no eran frecuentes las visiones. Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos habían comenzado a debilitarse y no podía ver. La lámpara de Dios aún no se había apagado y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el arca de Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió: “Aquí estoy”. Corrió adonde estaba Elí y dijo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Respondió: “No te he llamado. Vuelve a acostarte”. Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Respondió: “No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte”. Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la Palabra del Señor. El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel: “Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: ‘Habla, Señor, que tu siervo escucha’”. Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores: “Samuel, Samuel”. Res-
pondió Samuel: “Habla, que tu siervo escucha”. Samuel creció. El Señor estaba con él y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era un auténtico profeta del Señor.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

Salmo responsorial 39, 2. 5. 7-10

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras, que se extravían con engaños / R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios; entonces yo digo: “Aquí estoy” / R.
“–Como está escrito en mi libro– para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas” / R.
He proclamado tu justicia ante la gran asamblea; no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes / R.

Aclamación antes del Evangelio (Jn 10, 27)

“Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor, y yo las conozco, y ellas me siguen”.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39

Curó a muchos enfermos de diversos males

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca”. Él les respondió: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”. Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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