
Esta invitación de Jesús es vital, porque la religión no pocas veces se puede vivir como una carga pesada, como cumplimiento, y donde no estamos libres de en algún momento perder el sentido, de nuestras sacrificios y renuncias, donde la norma por la norma, más que atraernos, nos aleja. “Vengan a mí”. ¡Qué mejor que aceptar su invitación y encontrarnos con Jesús, a través de su Palabra que libera y sana, que nos muestra a Dios como Padre!. Nada ni nadie puede darnos el alivio que nos viene de él. Encontrarnos con Jesús es la clave. “Carguen con mi yugo porque es llevadero y mi carga ligera”. Jesús, no es ajeno al cansancio y agobio de la gente, que no aguanta tanto peso, imposiciones, legalismos, estructuras; no a su servicio, sino ellos al servicio de estructuras injustas y superiores a sus fuerzas. Jesús no condena, no juzga, nos libera de los yugos que nos aplastan. La fe, la espiritualidad, nos deben ayudar a sentirnos bien. No debe oprimirnos si eso sucede, la religiosidad que oprime y nos causa sufrimiento, indudablemente no nos lleva a Dios.
Es parte de la vida, tener momentos en que, por diversas circunstancias nos experimentamos cansados, agobiados y que nos faltan fuerzas para seguir adelante. ¿Solemos apoyarnos y ponernos en las manos de Dios, que nunca nos falla?
Señor, Jesús, pongo en tus manos todos mis agobios y cansancios. Sé que tu tienes el poder de renovar mis fuerzas y dar sentido pleno a mis afanes. Que todo cuanto haga y busque sea para tu gloria, y para unir mi vida mucho más a ti, y a la de mis hermanos. Amén.
José María Castillo, nos dice: “La enseñanza capital de este relato y de estas palabras de Jesús es que una religiosidad que se hace carga pesada que oprime y que es causa de sufrimientos, eso no lleva a Dios”.


