
El evangelio de hoy nos presenta un rasgo muy especial de Jesús: su condición de Maestro, que enseña con la vida, indica un camino para todos en el amor, la misericordia, la escucha y la acogida. Al proclamar las bienaventuranzas, nos muestra que la verdadera felicidad no se encuentra en el poder, el tener o el placer, sino en vivir desde el amor y la confianza en Dios. Ser pobre de espíritu es reconocer que lo necesitamos; llorar es abrir el corazón al consuelo del Padre; tener hambre y sed de justicia es buscar que su Reino crezca aquí y ahora. Cada bienaventuranza es una invitación a vivir con humildad, misericordia, limpieza de corazón y valentía, incluso en medio de pruebas y persecuciones. El camino que Jesús propone es exigente, pero nos asegura que la recompensa es el gozo y la plenitud en Dios. Como discípulos del Maestro veamos si estamos participando del proyecto del Reino en el aquí y en el ahora llevando alegría, consolando, compartiendo con los que más necesitan. Recordemos que la verdadera felicidad está en vivir como Jesús nos enseñó, con un corazón necesitado de Él, justo y misericordioso.
¿En cuál de las bienaventuranzas siento que Dios me está invitando a crecer hoy? ¿Cómo puedo ser testigo de esta felicidad auténtica en mi familia, trabajo o comunidad?
Jesús Maestro, enséñame a vivir con un corazón humilde y confiado en ti. Haz que en medio de las pruebas encuentre alegría en tu presencia. Que tu Reino de amor y paz comience a ser realidad en mi existencia. Ayúdame a vivir con sencillez y confianza en ti. Dame fuerza para ser constructor de paz y testigo de tu amor en el mundo. Amén.


