1 de agosto

“Reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran”

(Mt 13, 47-53)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El Reino de Dios se construye mientras caminamos tejiendo historia a través del tiempo, por eso es fundamental dar sentido a cada día de nuestra existencia. Nos dice Mateo en ésta séptima parábola con la que cierra el capítulo trece de su Evangelio, que: “el Reino de Dios es semejante a una red…que se echa al mar y recoge toda clase de peces”. Es decir una red que cobija a todos (malos y buenos), y que al llegar a la orilla con paciencia el pescador se dedica a la tarea de la selección;  así sucederá con nosotros, el Señor, al final de los tiempos hará la separación de malos y buenos. El cristiano, el discípulo, es decir, quien ha caminado por la senda del Maestro tiene la tarea de vigilar sobre las disposiciones del corazón. Cuando tomamos en serio la vida, nos hacemos responsables de nuestras opciones, podemos discernir, evaluar, hacer una pausa para cambiar y permitir que el Reino de Dios acontezca en el aquí y el ahora de nuestro tiempo.  

 

Preguntémonos: Dios siempre toma la iniciativa para venir a nuestro encuentro y como hemos escuchado en el Evangelio de hoy, que al final de los tiempos se dará la separación de los malos de los buenos y no habrá vuelta atrás, preguntémonos ¿soy consciente del camino de conversión que debo realizar para ser acogido en el Reino de Dios?

       

Oremos: Señor Jesús, permíteme entender que el tiempo presente es el mar donde se abre mi corazón para hacer realidad tú Reino de amor, justicia y perdón sellado con tu propia sangre. Amén.

 

Actuemos: Valorar el tiempo.

 

Recordemos: “Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo”.

 

Profundicemos: No confíen en los príncipes, seres de polvo que no pueden salvar; exhalan el espíritu y vuelven al polvo, ese día perecen sus planes.   Sal. 145

 

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