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¡Venció la Luz!

El recorrido con el Maestro en este día de desolación va llegando a su fin, el aparente fracaso en la cruz va cambiando de rumbo y se devela lo oculto en el misterio que se ha vestido de noche, de cruz, de abandono… pero que ha contenido esa fuerza escondida de la vida, ha debido atravesar cada momento porque Jesús no podía hacer algo diferente a lo que hizo durante todo su ministerio: amar. Y nos amó hasta el fin, nos amó abrazó con el más sincero e incondicional amor.

 “A veces simplemente hemos experimentado la fatiga de llevar adelante la cotidianidad, cansados de exponernos en primera persona frente a la indiferencia de un mundo donde parece que siempre prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte. Otras veces, nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, ante los conflictos que dañan las relaciones, ante las lógicas del cálculo y de la indiferencia que parecen gobernar la sociedad, ante el cáncer de la corrupción —hay tanta—, ante la propagación de la injusticia, ante los vientos gélidos de la guerra. E incluso, quizá nos hayamos encontrado cara a cara con la muerte, porque nos ha quitado la dulce presencia de nuestros seres queridos o porque nos ha rozado en la enfermedad o en las desgracias, y fácilmente quedamos atrapados por la desilusión y se seca en nosotros la fuente de la esperanza. De ese modo, por estas u otras situaciones —cada uno sabe cuáles son las propias—, nuestros caminos se detienen frente a las tumbas y permanecemos inmóviles llorando y lamentándonos, solos e impotentes, repitiéndonos nuestros ¿por qué?” (Papa Francisco, homilía vigilia pascual, 2023).

Las mujeres del alba avanzan con incertidumbre hacia el sepulcro, que sorpresa a sus vidas encontrarlo vacío. La luz del Resucitado se hace presente calentando el casi apagado fuego de su corazón, porque van de camino no porque pensaban encontrar al Señor Resucitado, sino al cuerpo de su señor amado. Pero el misterio del encuentro les es concedido una vez más, basta poco para encender toda la llama de amor en sus vidas para recordar que el Señor ya les ha anunciado antes, Él vencería la muerte y está vivo.

Recuperar la memoria del amor primero...

El término Jesús “se apareció” es comprendido por algunos biblistas como el “dejarse ver”. Jesús se deja ver. Jesús se deja ver, y se deja ver por la Magdalena, se deja ver por los discípulos, se deja ver por los que van camino a Emaús, se deja ver en varias ocasiones. En la vida de cada uno de sus seguidores y especialmente de sus discípulos, acoger al Señor resucitado hace parte de un proceso, al inicio se muestran incrédulos, después de todo lo que han visto y vivido no pudiéramos exigirles más. Sin embargo, Jesús que conoce a cada uno de sus discípulos y lo que hay en lo más profundo de su corazón les invita a volver donde todo inició, “Vayan a Galilea”. El Maestro no se da por vencido.

Cuando los discípulos regresan a Galilea retornan a su vida pasada, están de vuelta en el mar lanzando redes para pescar, vuelven a su oficio, como si nada hubiese pasado. Y talvez ninguno se atreva a decir nada, porque todos están en la misma situación, confundidos, tristes, sin esperanza. ¿Valió la pena dejar todo por seguir a Jesús? Dejaron sus casas, familia, tierra, bienes… ¡todo! Y ahora están de vuelta, sin nada, llegan con las manos vacías. ¿Qué pensarían de ellos quienes los conocieron y habían visto partir con tanta alegría?

El Maestro habla de cerca a su corazón, toca su corazón y volviendo al primer amor nuevamente todo recobra sentido. Pero ha sido necesario vivir todo el proceso: partir con alegría en pos de Él, vivir todas las aventuras en esta maravillosa escuela del Maestro, padecer, sufrir, alegrarse, entrar a Jerusalén, compartir la mesa, cargar la cruz, el silencio y la soledad… volver a caminar, regresar al punto donde todo comenzó y ahí descubrir que el Maestro siempre ha estado.

Entonces, ¿Qué significa ir a Galilea? “Por una parte […] salir de lo escondido para abrirse a la misión, escapar del miedo para caminar hacia el futuro. Y por otra parte —y esto es muy bonito—, significa volver a los orígenes, porque precisamente en Galilea había comenzado todo. Allí el Señor encontró y llamó por primera vez a los discípulos. Por tanto, ir a Galilea significa volver a la gracia originaria; significa recuperar la memoria que regenera la esperanza, la “memoria del futuro” con la que hemos sido marcados por el Resucitado.  

Esto es lo que realiza la Pascua del Señor: nos impulsa a ir hacia adelante, a superar el sentimiento de derrota, a quitar la piedra de los sepulcros en los que a menudo encerramos la esperanza, a mirar el futuro con confianza, porque Cristo resucitó y cambió el rumbo de la historia. Pero, para hacer esto, la Pascua del Señor nos lleva a nuestro pasado de gracia, nos hace volver a Galilea, allí donde comenzó nuestra historia de amor con Jesús, donde fue el primer llamado.” (Papa Francisco, Homilía vigilia Pascual, 2023).

Recordar y caminar … Galilea

Recuerda tu Galilea y camina hacia tu Galilea. Es el “lugar” en el que conociste a Jesús en persona; donde Él para ti dejó de ser un personaje histórico como otros y se convirtió en la persona más importante de tu vida. No es un Dios lejano, sino el Dios cercano, que te conoce mejor que nadie y te ama más que nadie. Haz memoria de Galilea, de tu Galilea; de tu llamada, de esa Palabra de Dios que en un preciso momento te habló justamente a ti; de esa experiencia fuerte en el Espíritu; de la alegría inmensa que sentiste al recibir el perdón sacramental en aquella confesión; de ese momento intenso e inolvidable de oración; de esa luz que se encendió dentro de ti y transformó tu vida; de ese encuentro, de esa peregrinación.

Cada uno sabe dónde está la propia Galilea, cada uno de nosotros conoce dónde tuvo lugar su resurrección interior, ese momento inicial, fundante, que lo cambió todo. No podemos dejarlo en el pasado, el Resucitado nos invita a volver allí para celebrar la Pascua. Recuerda tu Galilea, haz memoria de ella, reavívala hoy. Vuelve a ese primer encuentro. Pregúntate cómo y cuándo sucedió; reconstruye el contexto, el tiempo y el lugar; vuelve a experimentar las emociones y las sensaciones; revive los colores y los sabores.

Porque sabes que, cuando has olvidado ese primer amor, cuando has pasado por alto ese primer encuentro, ha comenzado a depositarse el polvo en tu corazón. Y experimentaste la tristeza y, como les ocurrió a los discípulos, todo parecía sin perspectiva, como si una piedra sellara la esperanza. Pero hoy, hermano, hermana, la fuerza de la Pascua nos invita a quitar las lápidas de la desilusión y la desconfianza. El Señor, experto en remover las piedras sepulcrales del pecado y del miedo, quiere iluminar tu memoria santa, tu recuerdo más hermoso, hacer actual ese primer encuentro con Él. Recuerda y camina; regresa a Él, recupera la gracia de la resurrección de Dios en ti. Vuelve a Galilea, vuelve a tu Galilea.” (Papa Francisco, Homilía vigilia Pascual, 2023).

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