A Nuestra Señora de la Asunción

A Nuestra Señora de la Asunción

María, entrañable Madre nuestra, puerta del cielo, fuente de paz y de alegría, auxilio de los cristianos, confianza de los agonizantes y esperanza de los desesperados: pienso en el momento dichoso para ti en que dejaste esta vida para ir al encuentro definitivo con Jesús.

Con amor de predilección, Dios Padre te glorificó. Te contempló elevada sobre los ángeles  santos, los confesores y las vírgenes, los apóstoles y los mártires, los profetas y los patriarcas, y también yo, a pesar de mi indignidad, me atrevo a unirme a ellos, con voz de pecador arrepentido, para alabarte y bendecirte.

María, concédeme una decisión firme de vivir en continua conversión para que, después de una muerte santa, te alabe por siempre uniendo mi voz a la de todos los santos.

Me consagro a ti, y por ti, a Jesús: renuevo hoy, conscientemente y en presencia de todos los redimidos, las promesas hechas en el Bautismo. Renuevo, colocando en tus manos, el propósito de luchar contra mi soberbia y de mantenerme en un constante esfuerzo por superar mi defecto principal.

María, refugio de los pecadores, estrella de la mañana, consoladora de los afligidos, realizan la obra más bella: transfórmame de pecador en gran santo.

Beato Santiago Alberione

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