Jueves Santo
Marca el fin de la Cuaresma y el comienzo del triduo pascual. Es un día de alegría, amor y gratitud que conmemora la última cena de Jesús con sus discípulos en la que se ofrece como pan y vino de salvación para toda la humanidad. Conmemora también la institución del sacerdocio ministerial y el mandamiento del amor. La celebración del Jueves Santo nos invita a contemplar las manos de Jesús: manos del servidor que lava los pies de sus discípulos, manos del salvador que ofrece el pan y el vino, signos de su vida entregada, manos del cordero que luego serán clavadas en la cruz.
Oración familiar
Motivación: En este Jueves Santo en que conmemoramos la institución del Sacramento de la Eucaristía, estamos invitados a renovar en familia la celebración de este gran misterio y descubrir como Jesús a través de su cuerpo y su sangre, sigue alimentando la vida de la humanidad. Si bien, la situación actual nos priva de celebrar este día ante la presencia de Jesús sacramentado, en nuestros templos parroquiales, podemos vivirlo en familia disponiendo nuestro corazón y organizando un espacio especial de nuestra casa para ello.
Ambientación:
- Una mesa pequeña.
- Un pan.
- Una imagen o dibujo de la última cena.
- Una hoja con la foto de la familia.
- Letrero: “Hagan esto en conmemoración mía”.
Guía: Nos reunimos en esta tarde para celebrar en familia la institución de la Eucaristía y recordar como a través de este sacramento, Jesús nos invita a hacer del amor, el servicio y la entrega, los valores centrales de nuestra identidad cristiana. Dispongamos nuestro corazón para vivir y celebrar este momento, y renovar el amor que nos une a nuestros seres queridos.
Canto:
Pan transformado en el cuerpo de cristo,
Vino transformado en la sangre del señor.
Eucaristía milagro de amor.
Eucaristía presencia del señor.
Cristo nos dice tomen y coman.
Este es mi cuerpo que ha sido entregado.
Eucaristía milagro de amor.
Eucaristía presencia del señor.
Cristo en persona nos viene a liberar
De nuestro egoísmo y la división fatal.
Eucaristía milagro de amor.
Eucaristía presencia del señor.
Guía: Escuchemos con fe y atención el evangelio de este día que nos ayuda a rememorar los últimos momentos compartidos entre Jesús y sus discípulos y las enseñanzas que quiere transmitirles con el signo del lavatorio de los pies.
Evangelio según san Juan 13, 1-15
Se acercaba la fiesta de la Pascua, y Jesús sabía que le había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre. Y habiendo amado a sus discípulos que se quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Mientras cenaban, cuando ya Judas, el hijo de Simón Iscariote, inducido por el diablo, había decidido en su corazón traicionarlo, y sabiendo Jesús que el Padre le había dado poder sobre todas las cosas y que habiendo venido de Dios a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto, y se puso una toalla alrededor de la cintura. En seguida echó agua en una palangana y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla. Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo: “Señor, ¿vas tú a lavarme a mí los pies?”. Jesús le respondió: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero después lo entenderás”. Pedro le contestó: “¡No me lavarás los pies jamás!”. Jesús le respondió: “Si no te lavo, no tendrás nada que ver conmigo”. Simón Pedro le replicó: “Entonces, Señor, no me laves solamente los pies; ¡lávame también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no tiene necesidad de lavarse sino los pies; ya está todo limpio. Y ustedes ya están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién era el que lo iba a traicionar. Por eso dijo que no todos estaban limpios. Cuando terminó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto y volvió a la mesa. Entonces les dijo: “¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y con razón, pues lo soy. Por tanto, si yo, que soy su Señor y Maestro, les lavé los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les di ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”.
Guía: Jesús siguiendo la tradición de su pueblo se reúne con sus discípulos para celebrar la cena pascual. Cena que los judíos vivían con gran devoción ya que a través de ella, recordaban como Dios los había liberado de la esclavitud de Egipto. En este contexto celebrativo, Jesús aprovecha para enseñar a sus discípulos el valor del servicio a través del gesto del lavatorio de los pies: “Se levantó de la mesa, se quitó el manto, y se puso una toalla alrededor de la cintura. En seguida echó agua en una palangana y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla”.
Lector 1: Al lavar los pies a sus discípulos, Jesús asume el trabajo que hacían los esclavos o sirvientes en su tiempo, quienes lavaban los pies a sus amos cuando regresaban a casa. Con este gesto, Jesús no solo lava a los discípulos purificando sus pecados sino también invitándolos a hacer lo mismo con los demás: “¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y con razón, pues lo soy. Por tanto, si yo, que soy su Señor y Maestro, les lavé los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les di ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”.
Lector 2: Con el signo del lavatorio de los pies, Jesús enseña a sus discípulos que su reino no se rige por el poder sino por la dinámica del servicio: “Yo no he venido para que me sirvan sino para servir” (Mt 20,28). Jesús predica con el ejemplo y muestra a sus discípulos que el amor al otro sólo se hace visible en el servicio que le prestamos. Con este gesto Jesús da a conocer también las características del seguimiento: ser servidores los unos de los otros, negarse a sí mismos y a sus deseos, para darse libremente a los demás.
Lector 1: El signo del lavatorio de los pies nos enseña como la Eucaristía más que un rito externo debe llevarnos a ser serviciales con los demás, empezando por quienes están a nuestro lado. La Eucaristía purifica nuestra vida de egoísmos, de una vida centrada en intereses personales para abrir las fronteras de nuestros afectos, a las necesidades de los demás. La Eucaristía nos invita a hacer de nuestra vida una ofrenda constante de amor a Dios en el servicio a los hermanos a ejemplo de Jesús.
Guía: En un momento de silencio pensemos como vivimos el servicio en familia, si somos solidarios con las tareas cotidianas de casa y si somos capaces muchas veces, como Jesús, de levantarnos de nuestras comodidades u ocupaciones diarias, para escuchar a los otros y ayudarles con sus necesidades. Igualmente en nuestros ambientes laborales o de estudio.
Oración:
Guía: Revivamos en familia el signo de la comunión y el amor presente en la Eucaristía compartiendo entre todos el signo del pan. Para ello, tomamos el pan que hemos conseguido previamente, lo partimos y entregamos un pedazo a cada uno de los miembros de la familia. Luego cada uno, toma el pan y expresa una acción de gracias a Dios por aquellos valores que en este último año ha recibido de su familia y le han ayudado a crecer. Con estos sentimientos de gratitud, comemos entre todos el pan evocando el signo de la comunión y cantamos:
Canto:
Amar es entregarse,
olvidándose de sí,
buscando lo que al otro
pueda hacer feliz.
¡Qué lindo es vivir, para amar!
¡Qué grande es tener, para dar!
/Dar alegría, felicidad,
darse uno mismo eso es amar/.
Si amas como a ti mismo,
Y te entregas a los demás,
verás que no hay egoísmo,
que no pueda superar.
Guía: La celebración del Jueves Santo debe movernos a llevar a la vida de cada día el signo del amor y el servicio que Jesús nos comunica en la Eucaristía. Por eso, iluminados por la Palabra de este día y por los llamados que el Señor nos hace a través de ella, formulemos un propósito concreto que nos ayude a ser más generosos y serviciales con los demás, empezando por quienes viven nuestro lado. Para ello, vamos a tomar la hoja con la fotografía de nuestra familia y a escribir en ella, nuestros propósitos.
Concluimos este momento de oración tomándonos de las manos y orando juntos el Padre Nuestro.
Hna. Mariluz Arboleda, fsp.