24 de julio

“Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará”

(Mt 12, 38-42)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Vuelven de nuevo los ataques contra Jesús de parte de los fariseos y los doctores de la Ley: “Maestro, queremos ver una señal hecha por ti” (12,38). Como se puede ver, la pregunta pretende indagar por los “frutos” de Jesús. Ellos le piden a Jesús que les dé muestras palpables de que es el Hijo de Dios.

La respuesta de Jesús es fuerte: “¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no sé le dará otra señal que la señal del profeta Jonás” (12,39). Para ellos no era desconocido el libro de Jonás: cuando el profeta rebelde llegó a Nínive, fue acogido por la ciudad entera y ésta hizo penitencia por sus pecados. En cambio éstos, que son israelitas y conocen bien cuál es el querer de Dios, no han sido capaces de tomar en serio al profeta que no es “más que Jonás” (12,41).

 

Reflexionemos: ¿Sera que nosotros buscamos a Jesús, solo por los favores o milagros que nos puede hacer? Y cuando no logramos lo que queremos nos alejamos de él como si no existiera.

 

Oremos: Ven Espíritu Santo entra en mi vida, para que yo pueda entender y sentir la gratuidad de tú amor en todo momento, que pueda agradecer tanta misericordia y bondad conmigo y con la humanidad.

 

Actuemos: Más que estar siempre pidiendo milagros, sacar tiempo o vivir en actitud de agradecimiento por tantas cosas que el Señor nos regala a diario, empezando por el regalo de la vida.

 

Recordemos: No dudar de Jesús, “queremos ver un milagro”. El milagro ya está cada día, en poder vivir, en la naturaleza, en las miles de posibilidades que el Señor nos regala. Son milagros cotidianos del inmenso amor de Dios por sus creaturas.

 

Profundicemos: Esta generación busca un signo, pero, dice el Señor, no se le dará ningún signo, como no sea el signo de Jonás, es decir, el signo de la Resurrección, de la Gloria, de esa escatología hacia la que nos dirigimos. Y estos doctores estaban encerrados en sí mismos, no abiertos al Dios de las sorpresas, no conocían el camino y menos esta escatología.

 

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