“Alégrense y regocíjense, porque tendrán una gran recompensa en el cielo”
(Mt 5, 12)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Iniciamos un nuevo mes, el mes de noviembre, en el que recordamos de manera especial a todos los santos y los fieles difuntos. Personas de carne y hueso que como nosotros se esforzaron por conocer a Jesús y vivir el espíritu de las bienaventuranzas. Las cuales, como nos recuerda Mateo en el evangelio de este día, recogen lo central de la propuesta del Reino de los Cielos y nos llaman a vivir un espíritu de sobriedad, confianza, valor y alegría, aún en medio de las dificultades y los desafíos de la vida. Pidamos al Señor, la gracia de aprender a reconocer en los sufrimientos y las contrariedades que vivimos oportunidades de crecimiento. Así mismo, la capacidad de acogerlos con fe, valor, esperanza y alegría.
Reflexionemos: ¿Cómo acogemos las dificultades o los problemas?, ¿Qué enseñanza nos dejan las bienaventuranzas?
Oremos: Enséñanos, Señor, a descubrir las cosas buenas que se esconden detrás de nuestros sufrimientos, angustias o rechazos. Que como tú, podamos hacer de ellos un medio de santificación y crecimiento. Amén.
Recordemos: Las bienaventuranzas nos enseñan a acoger la vida y las dificultades con fe y esperanza.
Actuemos: Revisemos en esta jornada la manera como acogemos y vivimos las dificultades que la vida nos presenta.
Profundicemos: La vida nos presenta cada día grandes retos y desafíos que ponen a prueba nuestra fe, y sacan lo mejor de nosotros mismos (Libro: Más allá del límite).