4 de Marzo

“Si cada cual no perdona a su hermano, tampoco el Padre los perdonar”

(Mt 18, 21-35)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Pedro, se acercó a Jesús y le dijo: “Maestro ¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano?, ¿hasta siete veces?” Jesús respondió: “hasta 70 veces siete”, es decir siempre, y para que comprendiera mejor, contó la parábola que hemos escuchado. 

Un  rey llamó a sus siervos a rendir cuentas y se le presentó uno que le debía 10.000 talentos una suma inmensa; como no podía pagarle, ordenó que lo vendieran a él, a su familia y todo lo que tenía. El siervo de rodillas le suplicó que le tuviera paciencia; y el rey conmovido ¡le perdonó esa gran deuda! Pero al Salir de allí, vio a un compañero que le debía unos pocos pesos y lo agarró por el cuello exigiendo que le pagara enseguida; él le suplicó de rodillas que le tuviera paciencia, pero este se negó y lo hizo meter en la cárcel. ¡Qué desproporción entre el modo de actuar de Dios y el nuestro!

Al conocer el rey esta acción deplorable lo llamó y le dijo: toda aquella deuda te la perdoné porque  me rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? E indignado le dio el castigó merecido. Jesús concluyó diciendo: “Así hará el Padre celestial con quien no perdona de corazón a su hermano”.

Hermanos, cuántas veces tú y yo hemos sido perdonados por Dios y por otras personas… pero ¡qué duros somos para perdonar a alguien que nos ha hecho sufrir, tal vez sin querer!

 

Reflexionemos: ¿Estoy dispuesto a perdonar a aquellas personas que están esperando de mí un gesto de perdón y amistad? ¿Cómo podría pedir perdón a Dios, si yo no estoy dispuesto a perdonar?

 

Oremos: Gracias Jesús misericordioso, porque con tu Sangre preciosa lavaste y perdonaste mis pecados. Dame tus mismos sentimientos para perdonar de corazón a quien siento lejos de mi corazón. Amén.

 

Actuemos: Contando con el poder del Espíritu Santo hoy ofrezco mi perdón a aquella persona que me ha causado desolación y sufrimiento.  

 

Recordemos: “Lo mismo hará mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano”.  

 

Profundicemos: “El primero en pedir disculpas es el más valiente. El primero en perdonar es el más fuerte. El primero en olvidar es el más feliz” (Papa Francisco).    

 

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