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4 de Julio

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura de la Profecía de Ezequiel 2, 2-5

En cierta ocasión, penetró en mí el espíritu de Dios, y me puse en pie; oí entonces una voz que me decía: “Hijo de Adán, te envío a los israelitas, pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí. Hasta hoy mismo me han ofendido ellos y sus padres. Y no menos tercos y de cabeza dura son sus hijos. Te envío, pues, a que les digas lo que yo, el Señor, te comunique. Así sabrán que hay un profeta en medio de ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde”.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 122, 1-4

 

 R.  Señor, esperamos tu misericordia.

A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores  /R. 

Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia /R.  

Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos /R.

 

Segunda Lectura

Lectura de la Segunda Carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 7b-10

 

Hermanos: Para que yo no sea soberbio, me han clavado una espina en la carne, de la que se vale Satanás para herirme, y que no deja que me llene de orgullo. Tres veces rogué al Señor que me librara de este sufrimiento, pero Él me declaró: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se muestra mejor en los débiles”. Para verme, pues, revestido del poder de Cristo, voy a gloriarme más bien de mis debilidades. Por eso, ahora me alegro de sufrir enfermedades, injurias, privaciones persecuciones y angustias por amor a Cristo, pues cuando me siento débil, soy fuerte.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

 

Evangelio San Marcos 6, 1-6

 

“Solo en su tierra se queda sin honores un profeta”

 

Una vez fue Jesús a Nazaret, su tierra, acompañado de sus discípulos. Y cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos, al oírlo, quedaron asombrados y decían: “¿De dónde habrá sacado este hombre todo eso? ¿Quién le habrá dado tanta sabiduría y semejante poder como tiene en las manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No viven sus hermanas aquí con nosotros?”. Y no podían creer en Él. Jesús, entonces, les dijo: “Solo en su tierra, entre sus parientes y en su propia casa se queda sin honores un profeta”. Y no pudo mostrar allí su poder, fuera de curar a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y le extrañaba la falta de fe de aquella gente. Entonces se puso a recorrer los pueblos de los alrededores enseñando.

 

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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