“Hemos encontrado al Mesías”
(Jn 1, 35-42)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
“Vengan y Vean” dice hoy Jesús a los discípulos del Bautista. El evangelio nos presenta la propagación del testimonio casi como un contagio, o mejor como un fuego que se irradia del uno al otro, encendiendo a todos en su misma luz. Juan, reconociendo a Jesús, se lo indica a sus discípulos y estos de inmediato lo siguen. Uno de ellos lleva a su hermano Simón. Al día siguiente llega Felipe. El testimonio de Juan, es la mediación necesaria para llegar a Jesús: pero el encuentro con él es inmediato y personal. Así el evangelista nos va presentado la persona de Jesús a través de los encuentros que se van sucediendo, hasta llegar a comprender el misterio de Dios y el hombre, hasta llegar como discípulos a posar nuestra cabeza en el pecho del Maestro, para poder escuchar su Palabra, dialogar con ella y sentir su luz en nuestra vida.
Reflexionemos: Podemos decir que nuestra Iglesia nace del encuentro entre Jesús y Juan el Bautista, quienes representan tanto la búsqueda del hombre, en Juan; como la revelación de Dios, en Jesús.
Oremos: Maestro, ¿dónde vives? Quiero seguirte. Tú me respondes: “Ven y Veras”. Tú estás en mis hermanos, en los que sufren, en los enfermos, los solitarios, aquellos que me rechazan, los migrantes, los alejados de ti. Amén.
Actuemos: Maestro bueno, en este día quiero hacer concreto mi seguimiento, quiero estar cerca de alguien que me revele tu rostro, y pueda ver el mío en el tuyo.
Recordemos: Juan les dijo: “Este es el Cordero de Dios”, los discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Profundicemos: Jesús Maestro, es para el discípulo, el modelo que está llamado a imitar. Imitar a Jesús es un principio de comunión y de vida.
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