30 de Marzo

“Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado”

(Mc 16, 1-7)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hemos transcurrido una jornada en el silencio y en la espera serena del anuncio que cambiará la historia. En la penumbra de la historia humana cargada de violencia, corrupción, dolor y muerte se está abriendo un resplandor de luz: es el anuncio de la Resurrección de Cristo que penetrará en nuestras tinieblas, haciéndonos renacer al gozo palpitante de la vida nueva que ya comienza a despuntar: A las mujeres que fueron de madrugada al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, el ángel del Señor les dijo: “¡No tengan miedo! ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? ¡Ha Resucitado!”.

Abramos nuestro corazón a este sorprendente anuncio de Jesús vencedor de la muerte para que la Luz de su Resurrección resplandezca en nuestros rostros, en nuestras familias y ¡en todos nuestros ambientes! como un nuevo amanecer, en la vida personal de cada uno y la sociedad de hoy tan confundida y amenazada por tantas borrascas.

Hermanos, los pueblos que se debaten en las guerras, el hambre y la destrucción están esperando la luz y la alegría que, nosotros los creyentes, estamos llamados a irradiar: cordialidad fraterna, reconciliación y solidaridad, con nuestra vida transformada por el Señor Resucitado. 

 

Reflexionemos: ¿Cómo estoy esperando la Resurrección del Señor en mi vida y en mi entorno? ¿En qué aspecto de mi vida me he preparado para resucitar con Cristo en esta noche santa?

 

Oremos: Dios nuestro, Padre bueno, que haces resplandecer en esta noche la Gloria de tu Hijo Resucitado, aviva en todos los miembros de la Iglesia el “Espíritu de hijos adoptivos”, para que vivamos en el amor filial y fraterno que Jesús nos ha enseñado, y así el mundo crea en ti. Amén.

 

Actuemos: Quiero comunicar a todos los miembros de mi hogar y comunidad de fe la alegría que brota de mi corazón renacido en Cristo Jesús, mi Señor y Redentor. 

 

Recordemos: Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, compraron aromas para embalsamar a Jesús. Y muy temprano al salir el sol, fueron al sepulcro y se decían unas a otras: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra estaba corrida.

 

Profundicemos: “Hermano, hermana, la fuerza de la Pascua nos invita a quitar las lápidas de la desilusión y la desconfianza. El Señor es experto en remover las piedras sepulcrales del pecado y del miedo… quiere reavivar en ti el recuerdo hermoso de tu primer encuentro con Jesús, que dio un vuelco a tu vida.   Recuerda, camina y regresa a él” (Papa Francisco). 

 

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