3 de Marzo

“Destruyan este santuario y en tres días lo levantaré”

(Jn 2, 13-25)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy vemos como Jesús realiza un gesto insólito que conocemos como la purificación del templo”. Jesús entró en el templo y al ver allí a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas de dinero; hizo un azote de cuerdas y los sacó a todos del templo diciendo “no conviertan la casa de mi Padre en un mercado”.

El modo de actuar de Jesús, que con mirada superficial podría parecer violento, es un gesto profético que nos desvela el sentido verdadero del templo, del sacrificio  y de la Pascua, que en Jesús va a alcanzar su significado y realización definitiva. Nos puede ayudar a comprenderlo mejor la respuesta que Jesús dio a las autoridades religiosas que confrontaron su actitud: “Destruyan este templo y en tres días lo levantaré”. Las autoridades no comprendieron que Jesús hablaba del Santuario de  su propio Cuerpo,  el lugar definitivo de la presencia de Dios en este mundo; este cuerpo que sería destruido con muerte violenta, pero el Padre Dios levantaría en su Resurrección.

Hermanos, el Cuerpo de Cristo hoy  somos tu y yo incorporados en Jesús resucitado desde el día de nuestro Bautismo. El cuerpo glorioso de Cristo somos nosotros comunidad cristiana en la cual se hace visible ante el mundo su presencia salvadora.

 

Reflexionemos: ¿Sabías que  Jesús Resucitado habita en ti y tú en El? ¿Sabías que tu cuerpo es templo vivo de Dios? Es a través de tu cuerpo, es decir de tu humanidad que Jesús Resucitado se hace visible en este mundo, sigue salvando y dando gloria a Dios. Esta hermosa realidad, ¿qué deja en tu corazón?

 

Oremos: Gracias Jesús, hermano  y salvador, tu Palabra nos desvela el misterio de Dios y nuestra participación en él;  ayúdanos a mantener abierto el corazón a tu Palabra y a la acción de tu Santo Espíritu que nos transforma en Ti. Amén. 

 

Actuemos: Alimentaré la conciencia de que  todo bautizado es  miembro vivo del Cuerpo glorioso del Señor, habitado por el Espíritu Santo y acogido por el Padre como su  hijo  amado. 

 

Recordemos: “Ustedes son el Cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro vivo en Él con dones y carismas diversos” (1 Cor 12, 27-31).

 

Profundicemos: “La Iglesia somos todos  y todos tenemos la responsabilidad de santificarnos los unos a los otros y de cuidar de los demás… Esta pertenencia  a la comunidad se manifiesta en el signo de la paz que nos es dada en cada celebración litúrgica. Recibir la paz nos impulsa a trabajar por la comunión dentro y fuera de la Iglesia” (Papa Francisco).

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