3 de febrero del 2025

“Espíritu inmundo, sal de este hombre”

(Mc 5, 1-20)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Nos cuenta el Evangelio que Jesús llegó a una región pagana y un hombre poseído por un demonio que vivía entre los sepulcros, salió a su encuentro. Mientras Jesús le decía: “Espíritu inmundo sal de este hombre”, él corrió y se postró a sus pies gritando: “¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes”. Jesús le preguntó su nombre y él respondió: “Me llamo Legión” y le pidió que lo dejara entrar en los cerdos que estaban allí cerca. Jesús se lo consintió. Al salir del hombre poseído, los espíritus entraron en la piara de cerdos y estos se lanzaron al mar y se ahogaron. “Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio”. Pero en lugar de alegrarse por este gran milagro, asustados tal vez por la pérdida de tantos cerdos, le pidieron a Jesús que se alejara de su región.


Hermanos, estamos ante dos hechos que tocan el alma: por una parte, Jesús que manifiesta su poder salvador liberando a un hombre poseído por un demonio. Y un pueblo que al ser liberado de esa presencia maligna que le robaba la paz, decidió rechazar al que lo había salvado, tal vez por miedo a perder sus posesiones.
Señor no nos dejes caer en semejante confusión. ¡Que no cerremos nuestro corazón a tu infinito amor!

 

Reflexionemos: Me pregunto: Y yo, ¿cómo reacciono ante la acción liberadora de Jesús? ¿Acojo su amor que me libera del mal que me impide ser feliz? ¿Lo rechazo por no perder algo de mí? ¿Elijo a Jesús o prefiero, en cambio, lo que me da satisfacción?

 

Oremos: Oh Jesús, Salvador nuestro, libéranos de nuestros apegos y ambiciones mundanas: danos la sabiduría y la fuerza para acoger a Dios y rechazar el mal. Amén.

 

Actuemos: En los momentos de tentación, invoco la ayuda del Señor, para elegir lo que me ofrece la vida y rechazar lo que me conduce a la muerte.

 

Recordemos: “Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca”.

 

Profundicemos: “El corazón humano anhela siempre un horizonte amplio; y para nosotros, los creyentes, este horizonte es el encuentro con Jesús, porque es nuestra vida, es nuestra seguridad, y el que nos lleva a la felicidad” (Papa Francisco).

 

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