“Este es el Cordero de Dios”
(Jn 1, 29-34)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hoy como Iglesia celebramos el Santísimo Nombre de Jesús. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron su nombre con el monograma griego IHS, (abreviación del nombre de Jesús en griego) y desde 1530, el Papa Clemente VII, concedió a los franciscanos la celebración litúrgica de esta fiesta.
El texto del evangelio de hoy que es continuidad del de ayer, trae dos temas que son fundamentales para el evangelista Juan. El primero es la identidad de Juan el Bautista, ser testigo; y el segundo, es la identidad de Jesús de quien se da testimonio, como la Palabra. Nosotros como cristianos, nos reconocemos en Juan el Bautista como testigos del Hijo de Dios, del Emmanuel, del Dios con nosotros, del cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Recordemos que el cordero era el animal elegido para el sacrificio de expiación y de comunión; Jesús es el cordero, el siervo, que, con su sacrificio, salvará al mundo.
Reflexionemos: Jesucristo se mostrará como tú salvador y liberador, cuando tú en la práctica, optes por ser su testigo, por el servicio, por la sencillez y por anunciarlo sin grandes pretensiones.
Oremos: Señor Jesús, que al pronunciar tú dulce nombre todo mi ser se adhiera a ti, te pertenezca, quiero ser todo tuyo, para poder ser pan partido para los demás, en especial para aquellos que más sufren. Amén.
Actuemos: Maestro bueno en este día tomaré tiempo para hacer un autoexamen, de cómo es mi autoridad, como me dirijo al otro, como lo trato, sobre todo a los que amo, y a mis compañeros de trabajo.
Recordemos: Juan el Bautista dijo: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Profundicemos: El evangelio de hoy me ha enseñado que la identidad de Juan el Bautista es ser testigo de la Palabra hecha carne, de Jesús el hijo de Dios. Que yo también pueda ser testigo con mi propia vida de Jesús en medio de mis hermanos.
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