3 de Abril

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura del libro de Génesis 1, 1 – 2, 2

En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era caos y vacío, y en el abismo del mar reinaban las tinieblas. Pero el espíritu de Dios se agitaba sobre el agua. Entonces dijo Dios: “¡Haya luz!”. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena. Entonces separó Dios la luz de la oscuridad. A la luz la llamó “día” y a la oscuridad “noche”. Este fue el primer día. Y anocheció y amaneció. Luego dijo Dios: “¡Fórmese entre las aguas una bóveda que sirva para separarlas!”. E hizo Dios la bóveda y separó las aguas, de manera que una parte quedara debajo de la bóveda y otra encima. Y así se hizo. Y vio Dios que estaba bien. Y a la bóveda la llamó  “cielo”. Este fue el segundo día. Y anocheció y amaneció. Luego dijo Dios: “¡Reúnanse en un solo lugar las aguas que están debajo del cielo, y aparezca lo seco!”. Y así se hizo. Y a lo seco lo llamó “tierra”, y a las aguas reunidas las llamó “mares”. Y vio Dios que estaba bien. Entonces dijo Dios: “¡Cúbrase la tierra de verdor, de plantas que den grano y de diferentes clases de árboles que den fruto con semilla!”. Y así se hizo. La tierra se cubrió de verdor, de diferentes clases de plantas que dan grano y de árboles que dan fruto con semilla. Y vio Dios que estaba bien. Este fue el tercer día. Y anocheció y amaneció. Luego dijo Dios: “¡Fórmense en la bóveda del cielo astros que den luz y distingan el día de la noche y sirvan para señalar las fiestas, los diversos días y los años! ¡Desde la bóveda del cielo alumbren a la tierra!”. Y así se hizo. Formó los dos grandes astros, el mayor, que preside el día, y el menor, que preside la noche, y también las estrellas, y los puso en la bóveda del cielo para que alumbren la tierra, presidan el día y la noche y separen la luz de la oscuridad. Y vio Dios que estaba bien. Este fue el cuarto día. Y anocheció y amaneció. Luego dijo Dios: “¡Broten del agua en abundancia diversos animales, y sobre la tierra vuelen las aves, debajo de la bóveda del cielo!”. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los animales de diversas especies, que brotaron en abundancia del agua, y toda clase de aves. Y vio Dios que estaba bien. Luego los bendijo diciendo: “¡Sean fecundos, multiplíquense y llenen el agua de los mares! ¡Multiplíquense las aves  en la tierra!”. Este fue el quinto día. Y anocheció y amaneció. Luego dijo Dios: “¡Produzca la tierra toda clase de animales: animales domésticos, animales que se arrastran por el suelo, y animales salvajes de diversas especies!”. Y así se hizo. Dios creó las diversas especies de animales salvajes, de animales domésticos, y los que se arrastran por el suelo. Y vio Dios que estaba bien. Luego dijo Dios: “Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, como una semejanza nuestra; y que tengan dominio sobre los peces del mar y las aves del cielo, sobre los animales domésticos y salvajes de la tierra, y sobre los que se arrastran por el suelo”. Y creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó, los creó hombre y mujer. Y los bendijo diciéndoles: “¡Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y tomen posesión de ella; ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todos los animales que se arrastran por el suelo!”. Además les dijo Dios: “Para que coman, les doy toda clase de plantas productoras de grano que hay en la tierra y toda clase de árboles que dan fruto con semilla. En cambio, a todos los animales terrestres, a todas las aves del cielo y a todos los animales que se arrastran por el suelo, les doy la hierba verde para que coman”. Y así se hizo. Cuando Dios miró todo lo que había hecho, vio que era muy bueno. Este fue el sexto día. Y anocheció y amaneció. Así quedaron terminados el cielo, la tierra y todo el ejército de seres que hay en ellos. El día séptimo, al terminar Dios su trabajo, descansó de todo lo que había hecho.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 103, 1-2a. 5-6. 10. 12-14ab. 24. 35c

 

 R. Envía tu espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto /R. 

Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas /R.  

De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto /R.

Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre /R.

¡Cuántas son tus obras, Señor!, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. ¡Bendice, alma mía, al Señor! /R.

 

Evangelio San Marcos 16, 1-7

 

Jesús de Nazaret, el crucificado, resucitó

 

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ir a ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salió el sol, fueron al sepulcro. Y conversaban entre ellas: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. Pero al mirar, observaron que la piedra estaba corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas se extrañaron, pero él les dijo: “No se extrañen. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado. Resucitó, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Pero vayan a decir a sus discípulos y en particular a Pedro que se adelantará a ellos para reunirlos en Galilea. Allá lo verán, como se lo había anunciado”.

 

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

 

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