28 de abril

 

“Yo vine para ser luz del mundo” (Jn 12, 46)

 

Ante la realidad actual que vivimos nuevamente por el coronavirus, la palabra de Jesús en el evangelio de este día, resuena como una dulce voz que llena nuestra vida de esperanza. Cristo Resucitado es la luz que necesita nuestro mundo para dar sentido nuevo a nuestros dolores, enfermedades y sufrimientos; y reconocer en ellos, la posibilidad de nacer a una vida que florece y da fruto aún en medio de la adversidad. Jesús es también la luz que disipa nuestras angustias y temores, y nos invita a abrazar nuestro presente con serenidad, precaución y confianza. Una luz que renueva nuestro interior, pero que a su vez, nos llama a ser luz para los demás, a través de nuestra cercanía, apoyo y solidaridad. Luz que estamos llamados a irradiar en primer lugar en casa por medio de la escucha, el diálogo, el compartir fraterno, el apoyo en las tareas cotidianas y todo aquello que involucre la vida familiar. Pidamos al Señor, que de su mano, podamos abrazar con un espíritu renovado la circunstancia actual que vivimos y ser junto a él, signos de vida, luz y esperanza para todos aquellos con quienes compartimos a diario nuestra vida.

 

Reflexionemos:

¿Qué nuevas actitudes necesitamos renovar para acoger con mayor resolución y esperanza el momento actual que vivimos?, ¿cómo recibimos la luz que el Resucitado nos comunica en su Palabra?

 

Oremos:

Enciende, en nosotros, Señor, la luz de la esperanza para abrazar con mayor fe, resolución y esperanza el momento actual que vivimos. Ayúdanos, a reconocer como aún en medio de la adversidad, podemos ser luz para los demás. Amén.

 

Recordemos:

Cristo Resucitado es la luz que llena nuestra vida de sentido y esperanza, aún en medio de la adversidad.

 

Actuemos:

Iluminemos en este día la vida de alguna persona que sufra o se sienta sola por la pandemia entrando en contacto con ella, escuchándola, consolándola y abriendo su vida a la esperanza.

 

Profundicemos:

En este tiempo de crisis la luz de Dios llega a nuestra vida a partir del diálogo que tengamos con Jesús y con nuestros seres queridos. Aprovechemos este tiempo para abrirle nuestro corazón y dejarnos iluminar por él (Libro: Sanando el corazón. En diálogo con Dios). 

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