24 de Octubre

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura del libro de Jeremías 31, 7-9

Así dice el Señor: “Aclamen a Israel, lancen vivas al primero de los pueblos; pregonen mi alabanza y digan: ‘Señor, salva a tu pueblo, al resto que queda de Israel’. Porque voy a traerlos del país del norte, a reunirlos del último rincón del mundo. Volverán hasta los ciegos y los cojos, las embarazadas al igual que las madres con recién nacidos: ¡volverá una enorme multitud! Regresarán los que lloran; haré que vuelvan con la súplica en los labios. Los llevaré a corrientes de agua por un camino llano, donde no tropiecen. Pues yo soy el Padre de Israel, y Efraín es mi hijo mayor”.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 125, 1-6

 

 R. Señor, tú cambias nuestro llanto en alegría. 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares  /R. 

Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos”. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. /R.  

Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares /R.

Al ir iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas /R.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Segunda Lectura

Lectura de la Carta a los Hebreos 5, 1-6

 

Todo sumo sacerdote es escogido  entre los hombres y establecido para representarlos ante Dios y  para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados. Como él mismo está sujeto a la debilidad, puede compadecerse de los ignorantes y los extraviados. Por eso debe ofrecer sacrificios no solo por los pecados del pueblo, sino por los suyos propios. Además, este es un honor que no se arroga nadie; Dios es quien llama y da el honor, como en el caso de Aarón. Lo mismo sucedió con Cristo: no se arrogó la gloria de Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”, o como dice en otro pasaje: “Tú eres sacerdote  eterno, a la manera de Melquisedec”.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Evangelio San Marcos 10, 46-52

 

Maestro, ¡que recobre la vista!

 

Al salir Jesús de Jericó, acompañado por sus discípulos y una gran multitud, encontró a Bartimeo, el hijo de Timeo, un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino. Él, al oír que era Jesús de Nazaret, empezó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Muchos lo reprendían y le decían que se callara. Pero él gritaba mucho más todavía: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo y mandó llamar al ciego. Entonces lo llamaron y le dijeron: “¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama!”. Él tiró su capa, de un salto se puso de pie y fue a donde estaba Jesús, el cual le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Maestro, ¡que recobre la vista!”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha dado la salud”.  Y en seguida recobró la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino.

 

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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