23 de mayo

«Padre glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti»

(Jn 17, 1 – 10)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Jesús ha vivido su peregrinación terrena con la plena consciencia de ser el Hijo eterno de Dios enviado al mundo para comunicar la Vida divina a todas las personas llamadas a ser, como Él, hijos amados de Dios.

Cuando Jesús tomó conciencia de que había llegado su hora de volver al Padre, se puso en oración para dejar en manos del Padre la misión que le había sido confiada. Esta preciosa oración es como el testamento que Jesús deja a sus discípulos de todos los tiempos: “He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo.

Sus palabras nos permiten palpar la ternura de su corazón de Hijo que se siente feliz de haber cumplido su misión; pero, además cuando dice: en Tuyos y tú me los diste y ellos han guardado tu palabra”, nos deja sentir que Él nos siente a todos como un regalo que el Padre le ha dado.

 

Reflexionemos: ¿Somos conscientes de esta reciproca pertenencia entre el Padre, Jesús y nosotros? ¿Vivo con alegría y gratitud mi seguimiento del Señor? ¡Jesús, qué hermoso es sentir que somos parte de tu vida y de tu misión!    

 

Oremos: Gracias, Jesús, al aceptarnos como tus discípulos nos haces hijos de Dios como tú, nos confías tu misión; nos dejas en manos del Padre e intercedes ante Él por nosotros con inmensa ternura; ayúdanos a corresponder a tu amor. Amén.

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