21 de marzo

 

Si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda infecundo (Jn 12, 24)

 

Llegamos al quinto domingo de Cuaresma y el evangelio nos lleva a experimentar cada vez más la proximidad de la pasión y muerte de Jesús. A través del diálogo que Jesús sostiene con sus discípulos, podemos identificar como su muerte, en lugar de sumirnos en el dolor y la tristeza, nos lleva a reconocer en su entrega y oblación, signos de vida y fecundidad: Si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Así mismo, la necesidad de percibir nuestra vida como un don que recibimos de Dios para invertirlo como Jesús, en el amor al prójimo, el servicio a los más necesitados, así muchas veces, dicha entrega suponga de nuestra parte dolor y sacrificio. Jesús nos enseña además en este día, que la angustia es propia de todo ser humano, pero que pese a ella, no podemos dejar de llevar adelante nuestras obligaciones y compromisos hacia los otros. La angustia en lugar de amenazarnos, puede convertirse en nuestra mejor aliada, al ayudarnos a sentirnos necesitados de Dios para seguir nuestro camino: “¡Pero si para esta hora vine al mundo! ¡Padre, glorifica tu nombre!”. Pidamos al Señor, en este día la gracia de reconocer en nuestros dolores y sufrimientos, signos de vida y salvación.  

 

Actitud: Ofrecimiento.

 

Reflexionemos:

¿Reconocemos en nuestros dolores o sufrimientos signos de vida o salvación?, ¿cómo podemos hacer de la angustia una actitud que nos una más a Dios?

 

Oremos:

Enséñanos, Señor, a reconocer como nuestros sufrimientos nos ayudan a fortalecer nuestra fe y nuestra capacidad de darnos como tú a los demás. Enséñanos  a valorar mucho más el sacrificio, como un medio que nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos.  Amén.

 

Recordemos:

Jesús nos enseña con su pasión que el sacrificio, la angustia y la muerte, son  fuente de vida y salvación.

 

Actuemos:

Aprovechemos esta jornada para reconocer los signos de vida presentes en nuestras realidades de dolor o sufrimiento.

 

Profundicemos:

El sufrimiento puede ser nuestro mayor aliado siempre y cuando sepamos vivirlo de la mano de Dios (Libro: Encontrarle sentido al dolor y al sufrimiento).

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