20 de agosto

“Mujer, que grande es tu fe”

(Mt 15, 21 28)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El evangelio que acabamos de escuchar de san Mateo, nos pone como ejemplo la fe que tiene la mujer cananea. Es ella misma quien toma la iniciativa de ir al encuentro de Jesús; y con su grito: «¡Señor, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí! mi hija tiene un demonio muy malo” expresa el clamor de una madre que sufre por el dolor de su hija, y está dispuesta a todo, con tal de alcanzar su sanación.

Detengámonos y contemplemos los movimientos de la mujer. En un primer momento, supera la supuesta indiferencia de Jesús. Después de esto no acepta una negativa o rechazo suyo y logra que el hijo de David la escuche y obre un milagro que necesita su hija. Hoy estamos llamados a superar los obstáculos de nuestra fe y nuestra condición humana para lograr como la mujer cananea, que Jesús obre día a día un milagro en nosotros y en nuestra familia.

 

Preguntémonos:  ¿En qué momentos de mi vida clamo a Jesús con insistencia? ¿Descubro la presencia de Dios en los acontecimientos de la vida cotidiana?

 

Reflexionemos: Dejemos que resuenen en nuestras mentes las siguientes palabras: Creer, confiar y perseverar.


Oremos: Abandonados en tu amor, Señor, queremos confiarte todo lo que en algún momento nos ha alejado de ti. Te pedimos que nos concedas nuevas fuerzas para acrecentar nuestra fe y no apartarnos  nunca de tu lado. Amén.

 

Actuemos: Tendré gestos de acogida y servicio para todo el que esté necesitado y débil.

 

Recordemos: “Es importante alimentar cada día nuestra fe, con la escucha atenta de la Palabra de Dios, la participación a la Eucaristía, la oración personal como grito hacia Él: “¡Ten compasión de mí!”

 

Profundicemos: La fe de la mujer cananea nos enseña a superar todos los obstáculos para ir al encuentro del Señor.

📑 Libro Recomendado: Una fe sólida en una sociedad líquida

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