El fundamento de nuestra esperanza está en el amor que Dios nos tiene. Por eso, cuando Jesús dice: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”, nos da la certeza que solo acercándonos al Señor, podemos encontrar el alivio y la paz que el mundo no nos puede dar. “Tomen mi yugo sobre ustedes”. El yugo del amor del cual nos habla el Señor se convierte en norma de vida y nos compromete como hermanos, nos hace más humanos y, por medio de él, podemos sanarnos a nosotros mismos, pero también ayudar a sanar tantas heridas que encontramos hoy en nuestra sociedad. “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Jesús es el Maestro por excelencia, Él es el camino que nos lleva a Dios. Con su estilo de vida, nos enseña que la humildad nos abre las puertas para llegar al cielo; tener un corazón humilde, es reconocernos frágiles y necesitados de la fuerza que nos viene de lo alto.
Dios siempre está a nuestro favor, por eso, en su amado Hijo Jesucristo muerto y resucitado, Él quiere ayudarnos a llevar esas duras cargas que hoy pesan en nuestra sociedad: la violencia, la soledad, la depresión, la ansiedad, la injusticia, en fin, tantos sufrimientos que van minando las ganas de vivir; pero, si asumimos el compromiso de caminar junto al Señor, todo será distinto. ¿Cuál es la carga que hoy quiero pedirle al Espíritu Santo me ayude a asumir?
Señor, en tu presencia vengo a renovar mi compromiso de amar y disfrutar la vida, aún con sus luces y sombras, para descasar en tu corazón y así alcanzar la paz que tú me ofreces. Amén.
Me abandono con mayor confianza en las manos del Señor.
“Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
“Por la humildad vivimos con Dios y Dios vive con nosotros en una paz verdadera; en ella se encuentra el fundamento vivo de la santidad”. (beato Juan van Ruysbroeck)