17 de Enero

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura del Primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19

En cierta ocasión, estaba Samuel durmiendo en el templo, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel. Él respondió: “Aquí me tienes” y fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Si me llamaste, aquí me tienes”. Elí  respondió: “Yo no te he llamado; vuelve a acostarte”. Samuel volvió a acostarse. Volvió el Señor a llamar a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: “Si me llamaste, aquí me tienes”. Elí respondió de nuevo: “Yo no te he llamado, hijo; vuelve a acostarte”. Es que Samuel todavía no conocía al Señor, y no había recibido ninguna revelación de Él. Llamó el Señor a Samuel por tercera vez. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: “Si me llamaste, aquí me tienes”. Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al muchacho y dijo a Samuel: “Vete y acuéstate, y si alguien te llama, respóndele: Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y lo llamó como antes: “¡Samuel, Samuel!”. Él respondió: “Habla, que tu siervo escucha”. Samuel crecía, y el Señor estaba con él; y ninguna de sus profecías dejó de cumplirse.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 39, 2. 4. 7-10

 

 R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios / R. 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio / R.  

Entonces yo digo: “Aquí estoy”, –como está escrito en mi libro– “para hacer tu voluntad”. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas / R.  

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes / R.  

 

Segunda Lectura

Lectura de la Primera Carta del apóstol san Pablo a los Corintios 6, 13c-15a. 17-20

Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor, y el Señor es dueño de nuestro cuerpo. Y además, Dios, así como resucitó al Señor,  nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor se hace un solo espíritu con Él. Huyan de la fornicación. Con cualquier otro pecado que uno cometa no entrega su cuerpo; pero el que comete el pecado de fornicación peca contra su propio cuerpo. ¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, Espíritu que recibieron de Dios y que habita en ustedes? No se poseen en propiedad, porque su rescate lo pagó Dios. Glorifiquen, pues, a Dios con su cuerpo.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Evangelio San Juan 1, 35-42

 

«Vieron dónde vivía y se quedaron con Él»

 

Estaba otra vez Juan el Bautista con dos de sus discípulos y se quedó mirando a Jesús que pasaba y repitió: “Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron lo que dijo Juan y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y al ver que lo seguían les preguntó qué querían. Ellos le dijeron: “Rabí (que quiere decir ‘Maestro’), ¿dónde vives?”. Él les dijo: “Vengan y verán”. Ellos fueron y vieron dónde vivía y ese día se quedaron con Él. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, el hermano de Simón Pedro, fue uno de los que oyeron lo que dijo Juan y siguieron a Jesús. Al primero que Andrés encontró fue a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías (que significa ‘el Ungido’)”. Y lo llevó a donde Jesús. Jesús se quedó mirándolo y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan. Tú te llamarás Cefas (que quiere decir ‘piedra’)”.

 

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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