12 de Septiembre

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a

El Señor me abrió el oído, y yo no he opuesto resistencia ni me he vuelto atrás. He dejado que me azoten las espaladas y me arranquen la barba. No he escondido el rostro a los que me insultaban y escupían. El Señor es quien me ayuda, por eso no me rindo a los insultos. Por eso me mantengo firme como roca, y estoy seguro de que Él nunca me defraudará. Cerca está el defensor de mi inocencia: ¿hay alguien que me ponga pleito? Preséntese conmigo para el juicio. Si tiene algo en contra mía, que comparezca junto a mí. El Señor es quien me ayuda, ¿quién podrá condenarme?

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 114, 1-6. 8-9

 R. Confiando en ti, Señor, te seguiré a donde vayas.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco /R. 

Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: “Señor, salva mi vida” /R.  

El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó /R.

Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida /R.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Segunda Lectura

Lectura de la Carta del apóstol Santiago 2, 14-18

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? Supongamos que a algunos de la comunidad les falta la ropa y el alimento diario, y uno de ustedes les dice: “Que les vaya bien, abríguense y aliméntense bien”, pero no les dan lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso? Pues lo mismo pasa con la fe: si no produce obras, esa fe sola es estéril. Al que tiene esa fe podría yo decirle: “Tú tienes fe; yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, que yo, con las obras, te probaré la fe que tengo”.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

 

Evangelio San Marcos 8, 27-35

 

Tú eres el Mesías…

“El Hijo del hombre debe sufrir mucho”

 

Llegó el día en que Jesús, yendo de camino a los pueblos de la región de Cesárea de Filipo, les preguntó a los discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que Elías y otros que alguno de los profetas”. Él entonces les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro le contestó: “Tú eres el Mesías”.  Él les prohibió que se lo dijeran a otros. Después empezó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho, ser condenado en el sanedrín por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, padecer la muerte y resucitar a los tres días. Esto se lo decía ya claramente. Pedro lo llamó aparte y empezó a ponerle reparos. Jesús se volvió, y delante de los demás discípulos, reprendió así a Pedro: “¡Déjame seguir mi camino, Satanás, que tus ideas no son las de Dios sino las de los hombres!”. Entonces Jesús llamó a toda la gente, junto con sus discípulos, y les dijo: “Si alguno quiere venir conmigo, renuncie a sí mismo, cargue su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí y por el Evangelio, la salvará.

 

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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