«Yo no soy el Mesías sino el que ha sido enviado delante de él”
(Jn 3, 22-30)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Juan el Bautista reconoce en Jesús “la Palabra de Dios” que da sentido a su anuncio profético. V en Jesús su otra parte, al esposo deseado y se goza de ello, sabe que en el Hijo amado del Padre, encontrará toda la felicidad que el Dios de Israel ha prometido. El Bautismo puesto al inicio y al final del evangelio es el tema central, nacer de nuevo, nacer de lo alto, no es otra cosa que acoger la revelación de Dios hecha en su hijo amado Jesús. Él es el esposo como dice el texto que viene del cielo, el testigo de Dios Padre, el Hijo único en el que Dios nos revela toda su verdad. Si nosotros nos adherimos a él tendremos la vida eterna y en esto consiste nuestra profesión de fe, que hemos hecho a través de nuestros padrinos en el bautismo y que nos ha abierto al don del Espíritu para nacer de lo alto.
Reflexionemos: El evangelio de hoy nos presenta dos personajes: Jesús y Juan Bautista frente a frente. Juan bautiza con agua y Jesús, en el Espíritu. Juan ha hecho posible que reconozcamos en Jesús al cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Oremos: Señor Jesús, ayúdame a ser consciente de que soy bautizado, hijo tuyo, miembro de la Iglesia. Que en mi habita el Espíritu Santo que me lleva a amarte y servirte en mis hermanos. Amén.
Actuemos: Este día, trataré de recordar mi bautismo, la fecha, el lugar, quienes fueron mis padrinos, aquello que me han contado sobre este día y daré gracias a Dios por la fe que me ha dado gratuitamente.
Recordemos: Dijo Juan Bautista: “Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado delante de él”.
Profundicemos: “Juan el Bautista se llenó de alegría al saber que Jesús estaba bautizando, y dijo él tiene que crecer y yo tengo que disminuir”.
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