10 de Octubre

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura del libro de la Sabiduría 7, 7-11

Supliqué a Dios y me concedió la prudencia; le pedí espíritu de sabiduría, y me lo dio. La preferí a los cetros y los tronos; en su comparación, tuve en nada la riqueza. Ni la piedra más preciosa me pareció igual a ella, porque, a su lado, todo el oro es un puñado de arena y la plata vale tanto como el barro. La quise más que la salud y la belleza; la preferí a la misma luz del día, porque su brillo no se apaga. Pero con ella me vinieron a la vez todos los bienes, pues traía consigo riquezas incontables.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 89, 12-17

 

 R. Danos parte en los tesoros de tu reino.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor. ¿Hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos /R. 

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas /R.  

Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos /R.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Segunda Lectura

Lectura de la Carta a los Hebreos 4, 12-13

 

La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más incisiva que una espada de dos filos; penetra hasta donde se articulan la vida y el espíritu, hasta lo más íntimo de nuestro ser, y se convierte en juez de nuestros pensamientos y nuestras ideas. No hay criatura que escape  a la mirada de Dios; todo está patente y abierto a sus ojos, y a Él hemos de rendir cuentas.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Evangelio San Marcos 10, 17-30

 

“Vende todo lo que tienes y sígueme”

 

Salía Jesús de camino, cuando se le acercó uno corriendo, se le arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para poseer la vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Fuera de Dios, nadie más es bueno. Ya conoces los mandamientos: ‘No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso. No estafarás. Honra a tu padre y a tu madre’”. Él hombre le respondió: “Maestro, todo esto lo he cumplido desde joven”. Jesús se fijó en él, y abrazándolo le dijo: “Solo te falta una cosa: vete a vender todo lo que tienes y dales el dinero a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme”. Al oír esto, el hombre puso mala cara y se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Jesús miró alrededor y les dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil va a ser que los que tienen la riqueza entren al reino de Dios!”. Los discípulos se quedaron sorprendidos al oír estas palabras. Pero Jesús insistió: “Hijos, ¡qué difícil es entrar al reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre al reino de Dios”. En el colmo del asombro, comentaron ellos: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Jesús se quedó mirándolos y les dijo: “Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible”. Pedro, entonces, tomó la palabra y le dijo: “Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte”. Jesús dijo: “Pues yo les aseguro: si alguien deja casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos, o tierras, por amor a mí y por el Evangelio, recibirá ahora en esta vida cien veces más en casas, en hermanos y hermanas, en madres, en hijos, en tierras –pero también en persecuciones– y luego, en el mundo futuro, vida eterna”.

 

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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