«Señor, si quieres, puedes limpiarme”
(Lc 5, 12-16)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
“¡Señor si quieres puedes limpiarme!” El leproso, encuentra a Jesús, porque él lo encontró primero. Se hizo cercano a él, a quien nadie se le acercaba, a un excluido de la sociedad, a un desechable. Jesús es el Señor, el Salvador, que ha venido a sanar a los enfermos, a devolverles la salud de todo el ser. En el leproso, vemos el rostro de Dios, que es ternura, compasión, misericordia. La suplica del leproso es llena de fe, sencilla, pero con la certeza que se está dirigiendo a Dios mismo y que Él tiene el poder para sanarlo. “Si quieres”, con respeto y con confianza, le dirige la súplica. Jesús extendiendo la mano lo tocó y le dijo: “quiero” queda limpio. Esta es la señal de la intervención salvadora de Dios, es un acto gratuito. Jesús llega hasta nosotros en nuestra debilidad, en nuestro pecado, en nuestra lepra. Él carga con nuestros pecados y con nuestras debilidades. El leproso, queda curado al acoger el don de Cristo.
Reflexionemos: El leproso con una fe sencilla, pero con una profunda certeza en el poder sanador de Dios, le dice: “Señor si quieres puedes limpiarme”.
Oremos: Señor Jesús, regálame la fe sencilla del leproso para poder dirigirte en este día mi súplica. Limpia y purifica todo aquello que me aparta de ti y de mis hermanos. Amén.
Actuemos: En este día tendré un gesto de amor fraterno y solidario con alguien excluido de la sociedad, seré cercano y le mostraré gratuitamente el rostro tierno de Dios.
Recordemos: Jesús por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración.
Profundicemos: Para aprender el evangelio de Jesucristo, necesariamente debemos colocarnos en la escuela de los pobres, de los excluidos de la sociedad como el leproso del evangelio de hoy.
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