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7 de Marzo

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 

Primera Lectura

Lectura del Libro del Éxodo 20,1-17

Cuando el pueblo de Israel estaba en el Sinaí, promulgó Dios este decálogo: “Yo soy el Señor tu Dios que te saqué de Egipto, o sea, de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera mí. No te harás ídolos, ni representaciones  de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra. No los adorarás, ni los servirás; porque yo el Señor tu Dios soy un Dios celoso: a los que me odian los castigo junto con sus hijos, sus nietos y sus bisnietos. Pero a los que me aman y guardan mis mandamientos los trato con bondad por mil generaciones. No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en falso. Porque el Señor no dejará impune al que pronuncie en falso su nombre. Acuérdate de consagrarme el día sábado. Durante seis días trabajarás  y te ocuparás de todos tus asuntos, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos, y descansó el séptimo día.  Por eso bendijo el Señor el sábado y lo hizo día santo. Honra a tu padre y a tu madre: así se prolongarán tus días en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno; nada de lo que le pertenezca.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 18, 8-11

 

 R.  Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante /R. 

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos /R.  

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos /R.

Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila /R.

 

 

Segunda Lectura

Lectura de la Primera Carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 22-25

Hermanos: Los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría.  Nosotros, en cambio, anunciamos un Mesías crucificado, para los judíos un escándalo, para los griegos una insensatez, pero para aquellos que Dios ha llamado, judíos o griegos, un Mesías que es poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la insensatez de Dios es sabiduría mayor que la de los hombres, y la debilidad de Dios es poder mayor que el de los hombres.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Evangelio San Juan 2, 13-25

 

“Destruyan este santuario y en tres días lo reconstruiré”

 

Estando cerca la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de novillos, ovejas y palomas, y a otros sentados en sus puestos cambiando dinero. Entonces hizo un azote de cuerdas y los expulsó a todos del templo, lo mismo que los novillos y las ovejas, y tiró al suelo las monedas de los que cambiaban el dinero y les volcó las mesas. Y a los que vendían las palomas les dijo: “¡Quiten esto de aquí! ¡No sigan haciendo de la casa de mi Padre un mercado!”. Sus discípulos se acordaron de que está escrito: “El celo por tu casa me devorará”. Las autoridades judías se dirigieron a Jesús y le dijeron: “¿Qué prueba nos das de que tienes derecho a hacer esto?”. Jesús les respondió: “Destruyan este santuario, y en tres días lo reconstruiré”. Las autoridades judías le replicaron: “Cuarenta y seis años llevan restaurando este santuario, ¿y tú lo vas a reconstruir en tres días?”. Pero el santuario del que Él hablaba, era su cuerpo. Así pues, cuando Jesús resucitó de entre los muertos, sus discípulos cayeron en la cuenta de que a eso se refería, y dieron fe a la Escritura y a las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén para la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en Él, al presenciar las maravillas que realizaba.  Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que le informaran acerca de nadie: Él penetraba el interior de cada uno.

 

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

 

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